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LOS HIJOS NO SON TROFEOS (y los hermanos tampoco)


A propósito del nacimiento de la familia Pellerano-Paradas


Un día como hoy 11 de junio, mis padres Juan Manuel y Nora Deyanira eligieron dar un SÍ, a la vida, a las dificultades, a los hijos por venir, compartiendo lo bueno y lo malo que puede conllevar una familia numerosa. Sabemos, que su amor trascendió las fronteras de lo físico, para que desde “la otra habitación” se mantengan tan cerca de nosotros, cómo lo hicieron en vida.


En un momento de fulgor intenso de la vida familiar, abuela Miriam (quién en vida fuese Miriam Matos de Espaillat) me pidió un esfuerzo extra ese día. Ella quería por sobre todas las cosas…que pidiese ese biscocho extra, que se luciría en una de las bodas más significativas y especiales de las que he participado en mi vida.


Yo, ya madre de tres, muy sorprendida ante su pedido y sabiendo en mi corazón que la reacción que mi madre hubiese tenido ante una situación de tal magnitud, no hubiese sido esa, me atreví a decir en alta voz: “No creo que mi madre, hubiese reaccionado de esa forma”, a lo que ella inmediatamente me respondió: “Ana María! ¡Los hijos no son trofeos! ¡Nuestra responsabilidad como padres, es estar ahí para cuando se caen, para nosotros poder ayudarlos a que se levanten! ¡Ésa es nuestra responsabilidad cómo padres!


Y aunque en ese momento, ella y yo, nos referíamos a los hijos, el día de hoy, luego de tantos años “fundados” cómo familia, le agrego: que ni los hermanos tampoco.


Las relaciones significativas, aquellas que se conforman alrededor del seno del hogar, sean de jerarquía -con los padres- o de horizontalidad -con los hermanos- pueden tornarse muy difíciles, cuando no llenamos las expectativas de los demás y, el canal de comunicación se distorsiona por la percepción que tiene cada persona de su guion. O por tantos dolores acumulados.


En esa tensión excluimos, poniendo distancia emocional entre nuestros propios hijos o hermanos, generando niveles de frustración e inconformidad. Los hijos no son trofeos y los hermanos tampoco, porque realmente somos seres humanos que llegamos a las vidas de unos y otros, para crecer. Cada uno tiene su propia individualidad y nuestro reto, es respetar el ritmo que lleva cada quién en su aprendizaje, sin pretender que éstos, llenen el mundo emocional de nuestras vidas.


Hemos priorizado más el desarrollo intelectual, las carreras profesionales, y la competencia social, sobre el desarrollo emocional como seres humanos. Todos, necesitamos pertenecer, por el mero hecho de que somos seres humanos y tenemos el mismo derecho.


Ser vulnerable no está aún permitido (sobre todo, para los hombres). Y no queremos permitirnos que esa vulnerabilidad, esa emocionalidad aflore, para gestar los cambios necesarios que se requieren en esos momentos dentro de una estructura familiar, sobre todo -cuando los pilares que la fundaron-, han partido para dar lugar a la generación de relevo.


Buscar la excelencia, es extremadamente positivo. Pero, cuando lo convertimos en presión sea para nuestros hijos, parejas, familiares inmediatos… puede ser el vehículo para que la distancia se manifieste de manera contundente, lacerando las relaciones con esas personas, a las que más amamos, y a las que irónicamente somos capaces de hacerles más daño.


Yo vengo de ahí…esa fue mi crianza. Cuando era “buena” o calzaba el guion de mis padres, las cosas podían marchar a la perfección. No cumplir con las expectativas o lo esperado...-era generador de problemas_


!!!!Qué tanto nos ha costado entender que no somos trofeos, ni los empleados del mes, para evolucionar emocionalmente y permitirnos hacer las cosas de manera diferente.!!!


¿Tú, continúas siendo trofeo?

¿Sabes qué se lo estás haciendo a tus Hijos ó a tus Hermanos?

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