Amor Propio

Nuestra formación física, viene dada por la fusión celular del óvulo con un
espermatozoide, que para desarrollar esa división celular y formar un ser
humano, depende en un 100% del ambiente que le proporciona el útero para
crecer, nutrirse y desarrollarse. Para que esto pueda ocurrir, tiene lugar una
simbiosis, un ser humano dependiendo de otro completamente, para la
viabilidad del feto.
Llega un momento de madurez, en el cual, ya ese útero cálido y lleno de
nutrientes, va envejeciendo, dando lugar a que sea el momento de evolucionar
y cerrar ese ciclo, para pasar a lo próximo.
Podemos hacer esta analogía, con el mundo emocional de nosotros los
humanos. Hay una primera etapa de nuestras vidas, que están marcadas por
esa relación primaria. En nuestros primeros meses de vida, no sabemos dónde
comienza nuestra madre y dónde terminamos nosotros como bebés.
Con el paso del tiempo, nuestros padres, interrumpen esa simbiosis para
mostrarnos el mundo e incorporarnos en la estructura y las reglas sociales. Ya
esa relación de apego, que fue tan importante para recibir afecto, seguridad y
cuido en nuestra primera etapa, con la madre, requiere de cerrar un ciclo, para
ir adquiriendo nuevas habilidades y destrezas a nivel emocional y social.
Todos estos procesos que suceden de manera automática van poniendo los
ladrillos que conforman la estructura de nuestro mundo emocional.
Existen sistemas de familias
en los cuales, estos procesos no culminan en las
transiciones adecuadas, o hay un deseo de estar “fusionados” como creencia
de ser buenos padres, que fo
rman parte de los mitos con respecto a la
paternidad que existen en culturas, como la nuestras.
Muchas veces pensamos que “querer” es casi respirar por el otro y hay un
patrón de madre abnegada y entregada, que rompe con el sano desarrollo
emocional y permitir que cada individuo respire por sí mismo y vaya
aprendiendo de la vida, a
cometer sus errores y aprender de ellos.
En la crianza de nuestros hijos, brindar las oportunidades de que ellos vayan
construyendo su propia identidad, es un regalo invaluable. Cuando
estimulamos en ellos su propia valía y esfuerzo, les damos los grados de
libertad necesarios, para que
comentan errores, desarrollen destrezas y
aprendan a tomar decisiones. Al final, biológicamente, nos corresponde partir
primero que ellos.
Cuando como hijo aprendo de mis padres, a posponer mis necesidades y
bienestar, es un patrón que se repite una y otra vez, generando límites difusos
y generando resentimientos, por lo poco valorados que podemos sentirnos, al
haber dado demasiado.
Sólo YO, puedo suplir mis necesidades emocionales, la teoría de la media
naranja no existe. De que sea otro, que me complete. Tenemos que sentirnos
completos con nosotros mis
mos, para marchar por la vida en relaciones de
interdependencia.
Póngase la mascarilla de oxígeno primero, es lo que escucha en las
instrucciones de seguridad en un avión. Usted se estabiliza, para poder ayudar
más y mejor a los demás.
Al final de cuentas, tu carro no caminará muy lejos, si permanentemente andas
en “reservas”. Tengo muchas historias que contar cuando haciendo nuestra
tesis de universidad, mi querida hermana del alma, Vanja, insistía en echarle lo
necesario al tanque de gasolina y entonces perdíamos más tiempo y
pasábamos más calores.
Si emocionalmente, estamos desconectados de nosotros mismos, es un reto
poder conectarnos sanamente con otro ser humano.
Comenzar por ti y tu bienestar, no es egoísmo, es una sana relación que
genera vínculos más estables y duraderos con todos los demás, y cumple con
mantener tu tanque emocional, lleno de satisfacciones y de apoyo adecuado
para todos los demás.